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  • Foto del escritorAntonio Ocaranza Fernández

Claudia Sheinbaum y el nuevo sistema político mexicano

Publicado en Expansión el 6 de agosto de 2024.


A principios de los años 90, cuando el éxito de la negociación del Tratado de Libre Comercio y el liberalismo social de Salinas de Gortari alimentaba su confianza, José Ángel Gurría se atrevió a aseverar que el grupo en el poder gobernaría sobre la siguiente generación, pero no duró ni una década. Hace unos días, Gerardo Fernández Noroña, el ex precandidato a la candidatura a la presidencia por la alianza del actual gobierno, hizo una declaración similar anticipando que “no nos sacarán [del poder] en décadas”, y es muy probable que tenga razón.


El presidente López Obrador alcanzó el poder para Morena, pero será Claudia Sheinbaum quien finque las bases de la consolidación de la Cuarta Transformación que perdure por muchos años. En los próximos seis años México experimentará un profundo cambio en, al menos, seis elementos del sistema de poder:


1.     Una nueva estructura de gobierno: la aprobación de una nueva ley de la administración pública y la absorción de organismos autónomos por parte de secretarías dará forma a nuevas dependencias y una organización burocrática diferente. El efecto inmediato será la disolución de contrapesos y la formación de super secretarías con amplia discrecionalidad. 

 

2.     Una nueva burocracia: se creará una nueva clase de funcionarios públicos. Los jefes de departamento serán subdirectores y luego directores generales. Funcionarios de carrera de administraciones pasadas serán sustituidos por parientes y militantes con un sello morenista que se monopolizarán puestos. La incógnita es si el gobierno se convertirá en una agencia de colocación de simpatizantes, muchos de ellos sin la preparación adecuada, o si se establecerá un nuevo servicio de carrera que, aunque con la escuela de Morena, sea un cuerpo profesional y debidamente preparado.  

 

3.     Una nueva estructura de Estado: la presidenta, con amplia supremacía en lo federal y estatal, eliminará la separación de poderes. El Congreso y la Suprema Corte estarán alineados con los designios del Ejecutivo. La gran mayoría de los estados, dependientes del presupuesto federal, aceptarán las instrucciones del gobierno central, en especial si provienen del mismo movimiento político. 

 

4.     Una nueva élite política: se conformará una nueva clase política con pedigrí, códigos y fidelidades de la 4T. Morena se convertirá en un partido más institucional alrededor de la presidenta. Políticos de Morena, Partido Verde, Partido del Trabajo y de organizaciones afines, intercambiarán posiciones con flexibilidad, en una especie de puerta giratoria entre partidos políticos y administración pública. Se romperán las alianzas electorales. El Partido Verde, por ejemplo, pensará que puede tener más éxito con candidatos propios en elecciones estatales y federales que si se suma a una propuesta con Morena, siguiendo el ejemplo de Movimiento Ciudadano.

 

5.     Una nueva élite económica: con acceso a fondos públicos, licitaciones, adjudicaciones directas y obras públicas, nuevos empresarios de peso nacional y estatal crecerán alrededor de gobiernos morenistas y probablemente desprecien tener nexos con las cúpulas económicas que tradicionalmente han dominado el espectro financiero e industrial de México. Serán los “nuevos ricos” de la 4T, con un origen y formación distinta de los empresarios del “neoliberalismo”, pero alimentados por la misma ambición y deseo de dominio y riqueza.

 

6.     Un nuevo cuarto poder: después de mofarse y debilitar a los medios de comunicación en el gobierno del presidente López Obrador, Morena y su élite económica comprarán periódicos, estaciones de radio y TV, sitios web y youtubers, o crearán nuevos, para conformar corrientes de opinión pública que apoyen al gobierno. Los medios vinculados a la oposición, que habían sido financiados por gobiernos estatales del PRI y PAN, tendrán que acomodarse al gobierno, encontrar nuevas fuentes de financiamiento o sucumbir a las ofertas de nuevos empresarios cuatroteístas.


Algunas de estos cambios serán parte de un diseño deliberado, como las reformas a la administración pública o la eliminación de organismos autónomos o diputaciones plurinominales, y otros serán producto de la evolución natural de las tendencias iniciadas con López Obrador. Unos serán promovidos por el gobierno federal y otros se detonarán alrededor de los gobiernos de los estados.


Ya sea por designio o por inercia, desde el centro o la periferia, los doce años de gobierno morenista consolidarán los cambios que López Obrador inició y que cambiarán la faz del sistema político y su vinculación con las élites económicas.


En este momento, hay pocas cosas en el horizonte que impidan que se construya el segundo piso de la Cuarta Transformación. Una sería la división entre grupos de la izquierda mexicana que en el pasado han desperdiciado oportunidades debido a rencillas, celos y luchas de poder. Otra, los límites que establece la relación con Estados Unidos. Y otra, el peso de los mercados financieros. Pero, si se disciplinan, los morenistas podrán presumir, “nosotros sí sabemos gobernar” -robando a los priístas la frase de la que se ufanaban- “y lo haremos durante décadas”.




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Claudia Sheinbaum and the new Mexican Political System



Article published in Expansion, August 6, 2024


In the early 1990s, when the success of the NAFTA negotiations and Salinas de Gortari's social liberalism were fueling his confidence, José Ángel Gurría, who later became Foreign Secretary and Treasury Secretary, dared to assert that the ruling group would govern for the next generation, but it lasted less than a decade. A few days ago, Gerardo Fernández Noroña, the former contender for the presidential candidacy of the current government alliance, made a similar statement predicting that “they won’t take us [out of power] for decades,” and he is likely to be right.


President López Obrador gained power for his political movement, Morena, but it will be Claudia Sheinbaum who will lay the foundations for the consolidation of the so-called Fourth Transformation (4T), that will endure for many years. Over the next six years, Mexico will undergo a profound change in at least six elements of the power system:


  1. A New Government Structure: The approval of a new public administration law and the absorption of autonomous agencies by ministries will shape new departments and a different bureaucratic organization. The immediate effect will be the dissolution of checks and balances and the creation of super ministries with broad discretion.

  2. A New Bureaucracy: A new class of public officials will be created. Department heads will become deputy directors and then general directors. Career officials from past administrations will be replaced by relatives and party members with a Morena stamp who will monopolize positions. The question is whether the government will become a placement agency for supporters, many of whom lack proper qualifications, or if a new career service will be established that, although aligned with Morena, will be a professional and properly trained body.

  3. A New State Structure: The president, with extensive supremacy at the federal and state levels, will eliminate the separation of powers. Congress and the Supreme Court will align with the Executive’s plans. The vast majority of states, dependent on federal funds, will follow the instructions of the central government, especially if they come from the same political movement.

  4. A New Political Elite: A new political class with the pedigree, codes, and loyalties of the 4T will be formed. Morena will become a more institutional party around the president. Politicians from Morena, the Green Party, the Labor Party, and affiliated organizations will interchange positions flexibly, in a sort of revolving door between political parties and public administration. Electoral alliances will break. The Green Party, for example, might believe it can achieve more success with its own candidates in state and federal elections than by joining a Morena proposal, following the example of the Movimiento Ciudadano Party.

  5. A New Economic Elite: With access to public funds, tenders, direct awards, and public works, new national and state entrepreneurs will emerge around Morena governments and will likely disdain connections with the economic elites that have traditionally dominated Mexico’s financial and industrial sectors. They will be the “new rich” of the 4T, with a different origin and background than the “neoliberal” businessmen, but driven by the same ambition and desire for power and wealth.

  6. A New Fourth Power: After mocking and weakening the media during President López Obrador’s administration, Morena and its economic elite will buy newspapers, radio and TV stations, websites, and YouTube channels, or create new ones, to shape public opinion in support of the government. Media linked to the opposition, which had been funded by state governments from the PRI and PAN, will have to adapt to the government, find new sources of funding, or succumb to the offers of new 4T entrepreneurs.

Some of these changes will be part of a deliberate design, such as reforms to public administration or the elimination of autonomous agencies or proportional representation seats, while others will be the result of the natural evolution of trends initiated with López Obrador. Some will be promoted by the federal government, and others will emerge around state governments.


Whether by design or by inertia, from the center or the periphery, the twelve years of Morena’s government will consolidate the changes that López Obrador started since 2018 and that will transform the face of the political system and its relationship with economic elites.


At this moment, there are few things on the horizon that could prevent the construction of the second phase of the Fourth Transformation. One could be the division among Mexican leftist groups, who in the past have squandered opportunities due to quarrels, jealousy, and power struggles. Another could be the constraints imposed by the relationship with the United States. And another could be the weight of financial markets. But, if they remain disciplined, the Morenistas could boast, “we do know how to govern” — stealing from the PRI party slogan they used to brag about — “and we will do it for decades.”





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