Sheinbaum, Ebrard y Monreal conocen su lugar y evalúan su vinculación con López Obrador. “Cerca o no tan cerca de AMLO”, esa es la cuestión de la sucesión presidencial.
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Con el banderazo de salida que dio el presidente López Obrador a los miembros de su gabinete para sucederlo, los potenciales candidatos de Morena, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, han definido sus estrategias de posicionamiento. Los tres pueden decir que tienen suficiente pedigrí morenista para aspirar a la nominación ya que cada uno ha acompañado a López Obrador de tiempo atrás y son reconocidos por sus contribuciones en la construcción y consolidación del partido político y en el triunfo presidencial de AMLO.
Hacia el 2024, los tres precandidatos trabajan en su posicionamiento con base en tres factores: su vinculación con López Obrador, la proyección que les ofrece su cargo actual y su propia visión del México post-AMLO.
Esas consideraciones nos llevan a pensar que Claudia Sheinbaum se posiciona como la heredera de la cuarta transformación, Marcelo Ebrard como el corrector de excesos y Ricardo Monreal como el caballo negro rebelde.
1. La heredera. Se considera que el presidente López Obrador siente predilección por Claudia Sheinbaum para sucederlo. Sin duda, la jefa de gobierno tiene muchos atributos pero quizá la explicación más sencilla sea que en las sucesiones los padres se inclinan por los hijos. AMLO ve a Sheinbaum como su hechura y siente que con ella su legado, políticas y programas serán preservados. Sheinbaum lo entiende, acepta y proyecta. En la medida en que los eventos presidenciales de alto perfil se realicen en la Ciudad de México, la vinculación entre el presidente y la jefa de gobierno se darán de manera natural y ALMO continuará transfiriendo su aura a Sheinbaum. De cierto modo, el colapso de la Línea 12 ha sido una bendición disfrazada para Sheinbaum. A raíz de la pérdida de la Ciudad de México en la elección de junio, el presidente se ha volcado a arroparla, ha acusado a los conservadores de atacarla y le ha dado recursos y consejos para construir su candidatura. Así se puede entender el reforzamiento del gabinete de Sheinbaum y el papel de AMLO como negociador con Carlos Slim y desactivador de crisis. El padre en defensa y abierta promoción de la hija. Pero la cercanía a AMLO genera suspicacias y resistencias. AMLO sabe que Lázaro Cárdenas no pudo imponer a Francisco J. Mújica.
2. El corrector de excesos. Marcelo Ebrard es un político hecho en luchas paralelas a las de AMLO. Se ha abierto camino con su propio esfuerzo y, como AMLO, ha sufrido persecución y agresiones. Ebrard busca la presidencia por un anhelo de poder tan fuerte como su deseo de reivindicación. En 2012, cuando Ebrard cedió su lugar a AMLO como candidato presidencial del PRD lo hizo por deferencia, no por reconocerle paternidad, con la expectativa de ser correspondido. Ebrard es hombre de proyectos e ideas propias. Sin desear enemistarse con AMLO, Ebrard escucha y atiende a los empresarios huérfanos que el gobierno ha descuidado y ofrece corregir los excesos que se han cometido. Sabe que es visto como un hombre inteligente con el que se puede hablar y negociar acuerdos ganar-ganar y se deja querer porque carece de una posición que le de una promoción nacional. Su proyección depende de que el presidente le compre la idea de que sus iniciativas lo convierten en estadista internacional. Por eso la relación con Estados Unidos, las críticas a la OEA, el liderazgo latinoamericano y la compra de vacunas, son el cebo de Ebrard para que el presidente adopte su agenda y le comparta el reflector.
3. El rebelde caballo negro. Ricardo Monreal es un superviviente que siempre está dos pasos delante de los demás. El desencanto del presidente es evidente. Cada vez que puede, el presidente corrige alguna declaración al líder del Senado para dejar en claro su distancia. Pero Monreal ha estado en desgracia antes y sabe sacarle provecho. Piensa que puede sanar la relación con el presidente o aprovechar la distancia que el presidente ha marcado para construir un espacio de independencia para que se acerquen políticos y empresarios desilusionados con el régimen. Los tiempos del desgaste presidencial se acercan y Monreal cree que está en el lugar correcto para aprovecharlos. Tras bambalinas tiene la libertad de tejer alianzas que pueda activar para su propio beneficio o de un tercero. Es amigo de muchos gobernadores a los que puede enseñar a manejar la maquinaria electoral en 2024. Continuará publicando libros y construyendo su programa de gobierno. Como un político clásico, conoce los tiempos sexenales y dejará que Ebrard y Sheinbaum se desgasten en una carrera prematura. Sabe que las consecuencias de la Línea 12 no le afectan y que desde el Senado su proyección nacional es limitada, por lo que prefiere esperar en el banquillo. Cuando Sheinbaum o Ebrard necesiten de su apoyo o se hayan debilitado en la lucha, jugará sus fichas y definirá si se lanza al ruedo dentro o fuera de Morena o si presta su capote al matador que prometa hacer la mejor faena.
El presidente se precia de ser un demócrata y pretende que el proceso de sucesión sea totalmente libre y abierto. Si es congruente, no recurrirá al dedazo, pero a la usanza priísta, dejará sus huellas de su preferencia en cada gesto, acto y pronunciamiento público. Sheinbaum, Ebrard y Monreal conocen su lugar y evalúan que tanto les conviene la vinculación con López Obrador. “Cerca o no tan cerca de AMLO”, esa es la cuestión de la sucesión presidencial.
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